El día más raro de la semana

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¿Cuál será el día más raro de la semana?

 

Creo que estarás pensando

—pensar es una gimnasia muy saludable y divertida

porque no hacen falta ni pesas,

ni mancuernas,

ni cuernos,

ni otros artilugios—

que sabes a qué día de refiero.

Pero, no. Hoy te voy a ganar el poema,

digo el acertijo.

 

Ese día, de la semana el más raro,

no es el lunes y el ataque de sueño

que nos coge antes de salir de la cama

el lunes, cuando planta cara la mañana.

 

Los lunes, aunque haga sol,

tienen pinta de principio.

De un principio de cuento

que casi nos sabemos de memoria.

Tienen nombre que empieza como luna,

lunática, luz, lupa y lucero…

pero, de divertidos, los lunes,

tienen lo que yo tengo de bombero.

 

Bueno, pues el día ese tan raro

al que estoy dedicándole un poema

—fíjate si será importante, sin él quererlo—

es el sábado.

Y tú dirás, «menuda chafada que me has dado

¿Cómo se te ocurre decir que es un día raro

ese día tan fantástico del sábado?»

Pues, si tienes paciencia, te lo explico.

Y si no la tienes, no te pongas triste.

No tenerla, ser impaciente

o curiosa no es, para mí,

ningún delito.

 

El sábado es día de personas corriendo

como hormigas presurosas

que desfilan en fila

por calles y paseos,

bolsa en mano,

comprando como si el sábado fuera,

en realidad,

una yincana de dejarse vacíos los bolsillos.

 

Es curioso, si te fijas, ver cómo son madres

las que van de una tienda a otra

y nos llevan a nosotros, los pequeños,

estirándonos de ellas

como si hubieran fabricado

una mágica e invisible cuerda.

«Corre, anda, no te pares»,

me dice la mía, mientras coge tiquets,

botes, paquetes

cajas y botellas.

 

«Corre, anda, date prisa»

me repite —sin mirarme mucho, la verdad—

mientras me estira y me estira.

(Extrañamente, lo que nunca se rompe

Es esa cuerda que te he dicho)

 

Después de dos horas de sábado,

yo tengo la sensación de haber corrido

la más larga maratón

de este planeta.

Y cuando llegamos a casa,

y yo me froto las manos pensando

que mi madre dejará las compras

y vendrá a acariciarme las coletas,

lo que pasa,

—digo yo que por ser sábado—

es que ella se mete en la cocina,

poniendo la directa,

y se entretiene

situando en los armarios

cada cosa,

como si fuera una china

colocando con paciencia de china

las piezas del más curioso tangram.

 

A mí me encanta que mi madre me haga caso,

que mi padre se siente un rato a mi lado

y hasta que mi perro, Sobras, juegue

a parecer que me da algún bocado,

así que, como habrás imaginado,

el día de la semana que menos me gusta

es, precisamente, el sábado.

 

LO QUE ME CHIFLARÍA

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Fotografía de la poeversos-poeta haciendo de las suyas.

 

A veces, últimamente son muchas,

me chiflaría volver a ser niña,

o niño, que para el caso

es totalmente lo mismo.

Porque cuando eres niña

al cansancio ni se le ocurre venir a verte

¿Para qué? se pregunta,

si esta niña funciona con una fuerza alcalina,

recargable

como un par de pilas de esas gordotas.

 

Las niñas somos capaces de ver en un tronco

los ojos gigantescos de un fantasma;

sentir miedo de una noche,

a pesar de que tenga encendida la bombilla

redonda de la luna llena.

Nos hartaríamos de comer chocolate

sin tener remordimientos.

—Ni miramientos­.—

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ALÍCIA Y SUS DIFERENTES MARAVILLAS

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Tengo nombre de libro y de aventuras.

Incluso se supone que soy amiga

de un conejo blanco que un día encontré

corriendo como corren los conejos

en un extraño bosque.

¿A que lo que te digo algo te suena?

 

Claro, me llamo Alícia, pero no creas

que he salido de las páginas con letras

de un libro fantasioso.

Eso sí, aunque no soy famosa,

mi nombre es,

para mí, el nombre más precioso.

La otra Alícia, la de la historia,

era rubia y tenía ojos de niña inquieta

­—por si no lo sabes, el color de ese tipo de ojos,

es un color indefinible,

entre verde y atrevido,

entre marrón y alegre,

un color de esos que usan solo los pintores

que hacen cuadros distintos

y muy-muy originales) —

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CECÍLIA Y LAS ARAÑAS

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Cecilia debe ser la única niña

que no teme a las arañas

y eso que los bichos en cuestión,

además de tejer telarañas,

se pasean con sus finísimas patas

por todos los rincones de la casa.

 

Ella – Cecilia, no la araña-

cuando se mira en el espejo,

antes de salir a jugar o pasear

por las calles estrechas de su pueblo,

mira con sus ojos bien abiertos

a un lado y al otro del suelo.

Lo hace después de comprobar

que su abrigo preferido,

un abrigo calentito y rosa,

le queda como un guante

y le hace parecer una princesa.

El abuelo de Cecilia, al otro lado del pasillo,

observa a su nieta-princesa

cómo se fija en una de las baldosas,

agacha su cuerpecito

y extiende la mano con cuidado.

“¡Anda! ¿Y tú qué haces aquí?”

le dice a la araña que acaba de descubrir,

“Seguro que estabas hasta el pirri de tejer

tu telaraña y te has largado de paseo…

 

Es que debe ser un rollo

ser tejedora a todas horas

y, sin aguja ni dedal, coser una red

con hebras pegajosas ¿Verdad?”

El arácnido, palabreja rara que sirve

para llamar de otra manera a la araña,

se queda observando a la giganta de Cecilia,

porque claro, imagínate, que, con los ojos

de la araña, la niña con abrigo de princesa

le parece tan grande como una montaña.

Cecilia no solo no se asusta

cuando ve a la araña avanzar con sus patas

como si fuera una nave extraterrestre

de esas que en las películas vienen a la Tierra,

sino que sonríe e incluso siente pena

de ese bicho con cuatro pares de patas:

“Ay araña, arañita, es una lastima

que con tantas patas tengas que ir a la carrera

para que no te pisen los zapatos y las botas

de los humanos despistados

que caminan por la casa y las aceras”.

Cuando acaba de hablarle a la araña,

ésta parece levantar, por un momento,

su cara y mirar con atención a la princesa:

“Anda, ponte en marcha y vete,

que ahora mismo vendrá el abuelo

y se asustará tanto

que tendré que fingir que te regaño”

 

La araña agacha su cabeza,

gira sobre sus ocho patas

y, con una de ellas, le hace un gesto

de despedida cariñosa

a su nueva amiga:

¡Good-bye, princesa del abrigo rosa!

cecilia-1Si quieres saber más sobre las arañas que NO ASUSTAN a Cecília, clica sobre esta palabra: ARAÑA

 

 

 

 

 

UN PASEO CON JÚLIA

julia

Poema escrito por una poetisa muy-muy especial

que se llama Júlia y que adora pasear ,)

Julia Orobitg Martínez

Colegio Helios

1ero de Primaria

Hoy es domingo

y me voy a pasear

con mi hermana a mi lado:

No para de cantar!

Las calles están húmedas.

El invierno llega ya.

“¡Mar, ponte la bufanda!

¡No te vayas a resfriar!”

Un ratito ya llevamos

caminando sin cesar.

Daremos la vuelta al parque

y… a casa a merendar!

Vida de perros…

vida de perros_pura maria

No sé por qué dicen los mayores

eso de que llevan una vida de perros

cuando están cansados y tristones

y , en efecto, se les pone cara de can:

-¿Qué tal va todo, Juan?

-Uf, qué te voy a contar!

Llevo una vida de perro

¡No paro de trabajar!

 Yo me quedo pensativa,

y me entra la risa,

cuando les escucho:

¿No se darán cuenta

de que ellos, de chucho,

tienen muy poco?

Los chuchos son casi todos

felices, muy felices,

porque hacen las cosas

que de verdad se necesitan:

pasear olisqueando los portales;

levantar la pata y hacer pis

sin váter, sin orinales;

ladrarle al primero que pase,

diciendo tacos en el raro lenguaje

de los seres ladradores;

comer sin cuchara y tenedor;

recibir premios con forma de huesito;

dormir a pata suelta

en una cesta con cojín mullidito

y tener, sobre el lomo

o el hocico,

una caricia permanente

de quien nos quiere

casi como a un hijo.

Una vida de perros, dicen los mayores…

Eso es la rabia y envidia que les tienen…

UNA FIESTA BIEN MONA

La-mona-de-pascua-de-Hoja-de-Menta_8 A mis sobrinos Alejandro, Isabella y Lourdes (esos si que son monos-muy-monos!)

 

Hay fiestas bien monas,

tan monas que se visten de seda

y monas, muy monas, se quedan.

Seguro que tú, que no eres ñoño

ni ñoña, ni nada parecido,

ya habrás descubierto

lo que tan liado te digo.

No hace falta que digas ¡Eureka!

ni que te dejes golpear, como el sabio,

por una manzana la cabeza.

Solo tienes que decir: Esa fiesta

tan mona, monera, es la de pascua

¡A ver si ya te enteras!

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MIGUE, EL NIÑO AUTISTA

migue

 Hace unas semanas asistí a una charla en la que Cristina, la madre de Migue, nos habló de él. Me conmovió su ternura, su sensibilidad y su sinceridad. Escuché y admiré a una madre de un niño autista.

Migue estaba allí, en las fotos que mostraba Cristina.

Y se quedó en mi corazón, para siempre.

 

MIGUE, EL NIÑO AUTISTA

He conocido a Migue.

Me mira, desde su foto,

con unos ojos tan bonitos

como curiosos.

Al verle, me ha dado por pensar

que el Sol,

que es un astro muy listo,

ha elegido su cabello

para enredar sus rayos

y tejer invisibles hilvanes

de color dorado.

Le veo con uno de sus tesoros

colgándole del brazo,

mientras de sus labios únicos

cuelga, también, una sonrisa

ancha como la alegría.

Es una bolsa de colorines

que dice Mercadona

con letras grandotas.

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¡SOY MAGA!

SOY MAGA_DANIELAEstos POEVERSOS han sido pensados,

cocinados y

sentidos para la MAGACOCINERA de DANIELA

Soy maga sin magia

y sin carrera,

no como Harry Potter

¡Yo no tengo escuela!

Soy maga de nacimiento,

de esas que en la cuna

reciben por correo

un kit de magia

(por supuesto sin caldero)

No tengo sombrero

con estrellas ni lunas,

ni tampoco chistera…

Y claro, sin adornos,

ni un solo conejo

deja por mí su madriguera.

Soy maga de delantal,

de azúcar y de harina,

de mermelada y pan,

chocolate y mandarina.

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