LA PRECIOSA JARA
A Jara, con todo mi amor
Palomas de algarabía
han levantado su vuelo.
La hierba verde aletea,
le hace cosquillas al suelo.
¡Qué feliz ríe la mañana!
¡El Sol lanza carcajadas!
El cielo y las flores blancas
esperando están que lleguen
los piececitos de Jara.
Jara abre bien sus ojos,
Hay mil árboles risueños.
Mueven sus copas de verde
y, ahora que Jara les mira,
no recuerdan el otoño.
Jara camina con pasos
de niña-luz, niña-ave.
Llega hasta su furgocasa
y allí, en su reino chico,
en su palacio de sueño,
Jara es golondrina al vuelo,
corazón, sonrisa amable,
niña de los ojos grandes.
Cuando nadie se lo espera,
Jara le pide a las nubes
de la mañana y la tarde
que el abuelo Pancho toque
su guitarra y que le cante
una abuela que ella tiene,
la abuela Pino cantante.
Al son dulce y guitarrero,
Jara baila como hacen
las mil estrellas del cielo.
Abuelo Tono ¿no vienes
a cruzar el firmamento
cogidito de mi mano,
con tu semblante contento?
Jara hace un guiño de niña,
que es un guiño tan precioso
como el guiño que hace el alba
cuando asoma un día nuevo.
Y Jara, muy pizpireta,
da giros sobre las horas,
y arriesga sus volteretas
porque quiere ver el mundo,
la arena, las caracolas…
Abuela Esther, ¿dónde estás?
pregunta Jara intrigada.
Se escuchan los pasos lindos
de la abuela que le hace
mil carantoñas, mil mimos…
¿Sabes pequeña del alma
cómo la abuela te adora?
Antes de llegar la noche,
y de que los ojos grandes
de la niña Jara duerman,
un corro dulce de voces
arropan a la princesa:
Teté, Vane, la tía Desi,
el primo Daniel, alegre,
que le dice sin decirle
¡Ay, Jara cuánto te quiero!
La noche ha llegado Jara,
acurrúcate en mis brazos,
cobíjate en mí, preciosa,
dice en silencio su padre.
A Jara se le dibuja
una mueca en las mejillas.
Pitusa, no te espabiles,
duérmete con mis palabras,
la madre le canta al aire
para que Jara respire
de la noche los jazmines
y su sueño sea un remanso
donde la luna se mire.