A Vera, como le gusta tanto la música,
se me ha ocurrido hacerle un poema
dicharachero.
Aunque no la veo a menudo, a ella y a Bárbara, su madre,
yo… las quiero.
¡Lero, lero, lero!
Sin ella, la verdad, no hay primavera
ni las flores se visten de amarillo,
de azul cielo, o de naranja.
Tendría un problema la señora primavera
si se queda en prima al quitarle el nombre
de esta niña tan preciosa y zalamera.
Vera, creo yo, será una gran rapera,
porque canta en la ducha,
en el parque,
en la escalera.
Piensa que las notas musicales
son mariposas de sonido
que vuelan por los aires
y aletean, tan cerca del oído,
que sin música los días
son horas y minutos aburridos.
“Mola, mola,
sube y baja,
al derecho, al revés,
mola, mola
sube y baja,
Esto es rock, ¿o no lo ves?”.
Vera es toda una rockera.
Se pone su camiseta.
Se peina como una star.
Improvisa el escenario,
en el rincón del armario,
de su salita de estar.
Y Vera, con gran acierto,
empieza ahora a cantar:
“Este rock es el de Vera,
un rock que puedes bailar
si te mueves por la casa
poniendo poses de star”.
¡Qué bien se lo pasa Vera
con su guitarra invisible,
siendo rockera famosa,
una estrella irresistible!
Sus papis aplauden siempre.
Vera tiene una sonrisa
preciosa como un diamante.
Y cuando el concierto acaba,
Vera finge estar cansada,
y muy seria a ellos les dice:
“¿No le haríais a la cantante,
para recuperar su energía,
un huevo frito bien grande
y unas patatitas fritas?
Así es Vera… ¡Y que no cambie!