No sé por qué dicen los mayores
eso de que llevan una vida de perros
cuando están cansados y tristones
y , en efecto, se les pone cara de can:
-¿Qué tal va todo, Juan?
-Uf, qué te voy a contar!
Llevo una vida de perro
¡No paro de trabajar!
Yo me quedo pensativa,
y me entra la risa,
cuando les escucho:
¿No se darán cuenta
de que ellos, de chucho,
tienen muy poco?
Los chuchos son casi todos
felices, muy felices,
porque hacen las cosas
que de verdad se necesitan:
pasear olisqueando los portales;
levantar la pata y hacer pis
sin váter, sin orinales;
ladrarle al primero que pase,
diciendo tacos en el raro lenguaje
de los seres ladradores;
comer sin cuchara y tenedor;
recibir premios con forma de huesito;
dormir a pata suelta
en una cesta con cojín mullidito
y tener, sobre el lomo
o el hocico,
una caricia permanente
de quien nos quiere
casi como a un hijo.
Una vida de perros, dicen los mayores…
Eso es la rabia y envidia que les tienen…