¿Cuántas veces te han dicho
que las serpientes
no tienen patas?
¿Cuántas?
A veces, los mayores decimos
muchas, muchas,
muchísimas
veces las cosas?
Se supone que las pobres serpientes
no tienen patas,
por eso se arrastran,
con cierta alegría,
por los suelos del mundo,
da igual que sean suelos verdes
–los de la selva-
o tirando a marrón aburrido
-el interminable suelo del desierto-
Pues, aunque no me creas
a la primera,
conozco a una serpiente coja:
camina entre las piedras
dando saltitos,
apoyándose más
sobre un lado de su largo cuerpo.
Por eso, desde lejos,
no parece una ESE,
que es la letra
que forman con el cuerpo los ofidios
-aclaración para niños no-ñoños
que tienen hambre de saber:
ofidios es el nombre empollón
de las serpientes-
Llleva mucho tiempo cojeando,
desde que se encaramó a un árbol
de la selva africana
y se hizo la valiente
al dar dos volteretas
delante de un lémur
que pasaba entretenido
sus vacaciones en la selva.
La hazaña de la serpiente
acabó inmediatamente
en un batacazo tremebundo
que todos los animales,
en especial la serpiente,
aún recuerdan.
La serpiente coja
ya no usa las muletas para reptiles
que compró en una ortopedia
que hay al final
de la Calle Mayor de la selva.
Se toma con total filosofía
su cojera.
El único problema
de la serpiente coja
no es su coja pata,
sino que no la creamos
cuando explica,
a fulanito y mengano,
que las serpientes tienen patas
aunque no las veamos.
Moraversoleja*:
Da mucha rabia darse cuenta
de que los demás creen
que eres mentiroso
cuando explicas
lo que has visto con tus ojos.
*Una moraversoleja,
o moraleja del verso,
no es nada más que una idea.
No hagas mucho caso de ella,
o sí, si te parece interesante
después de leerla.
Este cuento en verso ha sido escrito para Sara,
que tiene un nombre que empieza con la letra que más le gusta a las serpientes.
Me encanta!!! Emocionada.
Mil veces mil millones de gracias!
Mua!